Presenta su libro Oficio de Muerte de editorial Grijalbo
José Luis Jara
En el momento en que Carlos Moncada Ochoa presentaba su libro Oficio de muerte, periodistas asesinados en el país de la impunidad, el reportero no supo si llorar o reír.
Sí, literalmente, llorar o reír, porque en la exposición de su obra, el periodista abordó el caso que nos toca vivir, el mexicano, donde nuestro país es uno de los más peligrosos para ejercer el oficio de informar.
Y las ganas de llorar se dieron, cuando el tema principal del libro es el caso de las muertes y desapariciones de periodistas en México, cuando el autor emplea todo su oficio para redondear un escenario de terror que se vive en el país para informar.
Y las ganas de reír, siempre las genera Moncada, las provocó con su arma de elegante sarcasmo, que le dio el corte fino a la presentación, de tal suerte, como ocurrió, el maestro no necesitó de presentadores para provocar la risa de la gente ante un tema tan dramático, como el que nos toca vivir en y donde el autor da una larga lista y desmenuza los escenarios de los crímenes.
Tan sólo para adelantar algo, Moncada señaló en su exposición los crímenes contra periodistas de los últimos sexenios. Con Miguel de la Madrid fueron 20, con Carlos Salinas se ejecutaron 17, con Ernesto Zedillo fueron 27, con Vicente Fox 22 y, sin la intención de echarle más leña a la hoguera, dijo que con Felipe Calderón la cifra llegó a los 76.
Sería equivocado decir que con Peña Nieto se ha mejorado, porque en estos meses que lleva en la presidencia ya van dos asesinatos de comunicadores, y falta mucho por andar en este sexenio.
A la hora de las preguntas y respuestas, uno de los asistentes tomó el micrófono para inquirir a Moncada por el reconocimiento que le dio la Asociación Mexicana de Editores de Periódicos al gobernador de Veracruz.
El autor del libro respondió que ese premio es una vacilada. Y quién sabe por qué lo relacionó, pero Moncada se refirió enseguida al caso de las mujeres periodistas asesinadas, una de ellas veracruzana, asesinada en la ciudad de Jalapa, Regina Martínez Pérez.
El caso curioso y lamentable, dijo Moncada, es que las mujeres periodistas asesinadas han sido decapitadas.
Es grotesco ese reconocimiento dijo el autor al retomar el caso del reconocimiento que le dieron al gobernador de Veracruz.
-¿Es riesgoso trabajar de periodista? –le preguntó una mujer.
-Sí, es altamente riesgoso –respondió.
Pero luego, Moncada dijo con cierto sarcasmo: Pero existe otra arma poderosa que utiliza el poder contra el periodista: la corrupción.
En el libro, el autor aborda el caso de José Alfredo Jiménez Mota en la página 242, donde habla que es el tercer periodista mexicano desaparecido de la década del 2000.
El reportero de El Imparcial y desparecido el 2 de abril de 2005, inició su carrera como reportero en Sinaloa, en los diarios El sol de Sinaloa, Noroeste y El Debate. De hecho hace unos días fue el aniversario luctuoso de su desaparición. Oriundo de Empalme, regresó a Sonora en un contexto en el que el periódico de la calle Mina estaba dirigido por la tercera generación de la familia Healy. Esta “tercera generación de administradores descubrió que la nota policiaca ayuda a vender periódicos y recibió con los brazos abiertos al joven reportero con buena información cosechada en Sinaloa”.
La investigación de Moncada cubre la historia de prácticamente todos los asesinatos que han ocurrido en el país desde 1860 a la fecha. Y para no dejar a ninguno, incluidos los ocurridos después de que pasó a edición e impresión el libro, el autor llevó unas seis cuartillas escritas sobre estos últimos, para mantener actualizado el trabajo, donde combinó la investigación historiográfica con el trabajo periodístico.
De hecho, Carlos Moncada realizó en dos etapas su trabajo de visita a los lugares donde se registraron los asesinatos. Platicó con gente vinculada a los hechos, con funcionarios relacionados con la investigación, integrando una información hemerográfica y testimonial concentrada en 312 páginas.
En nueve capítulos, que dividen el libro, Moncada se remonta a los crímenes contra periodistas ocurridas entre gobernadores y verdugos bajo el régimen de Porfirio Díaz. En la etapa de la revolución habla desde el contubernio que se formón con Estados Unidos, la brutalidad militar hasta la ley de la selva.
Hace un recuento del caso e los narcoperiodistas y presenta los lamentables resultados de la década del 2000 hasta la fecha, donde el crimen organizado impone su carta en el mapa nacional.
En la presentación del libro, el autor habla de los diferentes casos. De las comunicadoras asesinadas, de Norma Figueroa que la asesinan en Tamaulipas a manos de dos pistoleros.
Moncada contó los casos novelescos de algunos crímenes contra comunicadores, entre los que señaló el caso de un periodista hermosillense que cuestionó al suegro del entonces gobernador de la entidad, Ramón Corral, porque ya tenia once años repitiendo en la presidencia municipal de Hermosillo. Jesús Z. Moreno, el periodista, fue asesinado hasta en 1924 pero por el agravio cometido en la época porfiriana.
Habló de los casos sonorenses, de Rubén Corona, de José Alfredo Jiménez Mota, de Carlos Loret de Mola, hasta llegar a las alternativas que ofrece Moncada para enfrentar este grave problema.
Otra de las virtudes del libro es, indudablemente, el prólogo de la obra. Es el último prólogo que escribió Miguel Ángel Granados Chapa, quien aprovechó la oportunidad para hacer público su agradecimiento a Moncada, por la utilidad que le dieron otras obras del mismo autor: Cayeron, que habla de los gobernadores que han sido sacrificados en la historia política de Sonora, y de Crímenes contra periodistas, una obra que escribió Moncada a finales de los año noventa.
¿Qué hacer? ¿Modificar la legislación? Son las preguntas con las que concluye Moncada su obra. Él de antemano, adelantó su propuesta. La autocensura no es la solución.
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