He venido tan lejos
a descubrir
que esta América
no es la América nuestra.
¿Dónde se encuentran aquellos
que iluminaron los días
con señales de humo?
¿Dónde quedaron las luciérnagas
ahora enterrados
por luces de neón
y zombis caminando
con pantalones a media nalga?
He llegado al septentrión desértico
donde las razas se persignan
con la misma ceniza,
en el nombre del dinero
y el espíritu sacrificado
por un puñado de sueños
con sabor a burguer
y papas freidas
con el aceite de la miseria.
Oh, maracame, ruiseñor
me pediste fortalecer el rezo
más allá de la frontera,
dentro de ese demonio
que azora el mundo.
Pero sus fauces
se tiñen con el rubio cabello
de mujeres que abren sus piernas
como las puertas de las cantinas
en un duelo a muerte.
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