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domingo, 20 de agosto de 2023

70 AÑOS Y EL LUIS REY VIVE, LA LUCHA SIGUE



Este sábado por la noche estaba tratando de deshilar algunas ideas para escribir un texto sobre el proceso electoral que vivimos. Mis neuronas estaban como el escuálido ser que pretende levantar unas pesas de 200 kilos, cargado con el sueño que trae después de no hacer nada en casa, cuando entró una llamada a mi celular. Aprovechando la modernidad de estos aparatos, de inmediato me di cuenta de que era mi querida Susana la que me estaba marcando.
Por la confianza, le respondí:
-Qué onda mi Susana de la mañana que habla por la noche…
Su respuesta la percibí desesperada. No sabría decir si era de angustia, hasta que me dijo.
-Nada, pues aquí estoy en la casa del Luis Rey. Ya tengo como 20 minutos y no responde…
Tratando de calmar su ansiedad le dije:
-Seguro fue a la tienda. Si no, si tiene un poco de suerte, a lo mejor fue por una caguama al expendio.
Pero su intranquilidad seguía intranquila.
-Pues está abierta la puerta de fierro, la puerta del patio está abierta, la televisión está encendida y ya tengo rato aquí. Si hubiera ido a la tienda, ya hubiera regresado. Igual si hubiera ido por una cerveza, con más razón. La neta, no sé qué onda.

La manera en que dijo “no sé qué onda” me sacó de onda. Voy para allá, le dije. Y mi única neurona que estaba trabajando, agarró otro ritmo. Tomó el rumbo de la duda, del dónde chingados andará el Luis. ¿Acaso se fue sin despedirse? No ni madre, me reclamé. ¿Acaso lo atropelló un carro cuando fue por las chelas? Ojalá y no, pensé, negándome a esa posibilidad. Chingado, ya el Luis va a cumplir 70 años y a esa edad cualquier chingadera le puede pasar. Pero nel pastel, no tiene porqué ser así. Y tomé la bicicleta de Diego, mi hijo, y agarré camino a la velocidad que me permitieron mis flacas piernas.
- ¿Qué pasó, Susana? - le dije al llegar a mi amiga.
Tenía unas tenazas para cortar alambre en la mano. Con ella tocaba la puerta. Entonces agarré una piedra y le empecé a dar a la herrería. Y de adentro, sólo la sofi respondió con unos ladridos, alborotada, peor que el Luis, cuando alguien llega de visita. Y empiezo a chiflar, como aprendí a chiflarle a las vacas que cuidaba en la Costa de Hermosillo cuando era un chamaco flaco, comedor de naranjas y hurtador de sandías del huerto de los tíos.
Quise gritar y mis cuerdas vocales me traicionaron. No me dejaron usar esa voz que a veces me sale como un trueno en el desierto. Y volví a chiflar. Y la Susana le empezó a pegar más fuerte a la puerta con su herramienta. Y del interior de la casa que arde de noche, sólo la sofi respondió con alegría perruna.
La Susy me dijo hay que brincarse la puerta. Pero en ese momento me cuestioné ¿por qué uso esas palabras de la casa que arde de noche? Quizás fue porque mi endeble neurona la relaionó con una anécdota que vivió el Luis hace un tiempo que no alcancé a ubicar. Fue después de una juerga que nuestro querido poeta vivió. Se quedó dormido en su casa con el cigarro encendido. Para su suerte, la braza del cigarro cayó en el sillón. Y el sillón empezó a arder. Y el fuego se empezó a propagar. Y nuestro querido amigo, más dormido que despierto, se quedó pegado al piso. Respiró poco humo. Pero cuando llegaron a rescatarlo los bomberos, no lo pudieron encontrar, pues el humo no les permitió verlo. A tientas, lo trataron de localizar en el sillón o en la cama. Nunca se imaginaron que estaba como cachora en el piso. Y cuando se iban retirando los tragahumos, Luis alcanzó a agarrar la manga del pantalón del bombero y, ¡eureka!, así salvó su vida.
En referencia a esa anécdota, una vez, otro de los grandes, José Juan Cantúa, me dijo, jugando finamente con esa ironía que sólo los poetas saben usar, ¿sabes cómo le dicen a la casa del Luis? No, respondí. Y él, retomando la película, dirigida por René Cardona y escrita por Ricardo Garibay, me dijo: le dicen la casa que arde de noche.
Traté de calmar la angustia de aquellos momentos y pensé, nel, carnal, el Luis vive y la lucha sigue. Y seguimos tocando la puerta y chiflando como a las vacas.
Hasta que por allá del fondo salió como un mugido que apenas entendimos.
-Mua, ahí voyyyy.
Puf, la angustia se baño con la tranquilidad que nos dio ese bramido.
- ¿Qué paso, Luis?
Estaba dormido el muchacho desde hacía tres horas.
-Me sentía cansado. Quise dormir y no podía y pues me eché una tafil.
Y de ahí se vino la calma. Recordamos que nuestro querido bardo cumplirá 70 años el 25 de agosto. Y justificamos ese aniversario para convocar a los amigos y amigas que viven en la comarca para celebrar a este activista cultural y creador artístico.
Así que, sirva este chorizo para invitarlo a que se una a la fiesta. Será de traje. Son 70 años de poesía, 70 años en la vida cultural. 70 años y Luis Rey vive y la lucha sigue.

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