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jueves, 24 de enero de 2019

sanación a distancia


No era un fin de semana cualquiera. Nos habíamos reunido unas 15 personas para recibir el taller del Camp Punto Cero. Y tuvimos la suerte de que el tallerista fuera Pedro Reygadas. Él y su esposa Josefina Guzmán trabajaron y diseñaron esta terapia luego de una experiencia fuerte en la vida de esta familia.

Nos preparamos con café, botanita, fruta y algunos compañeros trajeron unos paquetes de galletas para dominar a la lombriz, por si nos atacaba en los momentos del taller.
Pedro inició el trabajo abriendo los sentidos de la gente y uno que otro se quedaba fuera de lugar, como si no comprendiera este proceso. Y así fue Pedro, uno por uno, abriendo los campos magnéticos, haciendo una oración trascendental para cada uno, con el fin de armonizar su energía con cada uno de nosotros para que tuviéramos la sensibilidad y la energía necesaria para captar la información del curso, pero en especial, para que cada uno pudiera, a la hora de las prácticas de las sanaciones, entrar al estado del campo punto cero y poder proceder con la sanación.
Fueron dos días intensos. Sábado y domingo, con impartición de la teoría que respalda una excelente explicación de la terapia en la primera jornada. Ya en la segunda parte, entramos a los ejercicios de sanación dirigidos por Pedro.
Pedro nos dividió en parejas, con el fin de que una sane a otra y viceversa. Cada quien quiso una sanación. Yo pedí que me sanaran el corazón y la sorpresa que me llevé fue que la persona que me tocó, me dijo que no encontró problemas en mi motorcito. Bueno pues, le dije, traigo un malestar en mi rodilla. Y en efecto, era un dolorcito que me impedía subir con facilidad escalones o escaleras. Me dolía la rodilla para correr y para realizar cualquier movimiento que necesitara más esfuerzo del normal. Y mi compañera sanante, abrió nuestros campos magnéticos, realizó la oración trascendental para entrar a nierika y desde lo más profundo de su corazón ordenó la sanación de mi rodilla derecha. Y así, cada quien se quiso sanar de lo que le molestaba. Y la sorpresa para mí fue que ni me di cuenta que el dolor de mi rodilla había desaparecido como por obra mágica.
Cada uno de nosotros nos quedamos sorprendidos por lo que estábamos viviendo. Nadie nos lo contó. Nosotros mismos fuimos testigos y protagonistas de algunas sanaciones.
Pero las sorpresas no terminarían con este ejercicio. Fueron algunas. Pero para no hacer el cuento muy largo, me voy a lo último que pasó.
Antes de que terminara el taller de la terapia del Campo Punto Cero me hablaron por teléfono para decirme que un ser muy querido mío lo habían hospitalizado porque le pegó un infarto en el corazón.
Su estado era muy delicado. Era el segundo paro cardiaco que le pasaba. De inmediato hablé con Pedro y los compañeros del taller. Les pedí de favor si podíamos enviarle sanación a distancia a esta persona. Y sí, Pedro y todos los demás aceptaron con gusto. Pedro nos recordó que la terapia se basa en el amor incondicional, como una manera para entrar al estado del campo punto cero.
Pedro nos dijo: hagamos una rueda entre todos. Y tu José Luis te pones en el centro. Todos nos vamos a elevar a nierika (o al campo punto cero) y le vamos a enviar luz sanadora a José Luis, que va a trabajar como una antena. Y tu José Luis, cuando sientas la energía de todos, trabaja la sanación a distancia. Todo es con profundo amor y por el más alto bien.
Procedimos. Eran como las dos de la tarde e hicimos el círculo y yo me puse en el centro. No sé cuánto tiempo pasó, no fue mucho, cuando empecé a sentir la energía de todos y todas. La entrada de la energía la sentí como si yo fuera un bulbo que va tomando potencia poco a poco. Y en ese momento, pedí instrucciones a mi ser superior para que el trabajo me saliera bien. Las luces se empezaron a presentar en mis ojos que los tenía cerrados. Se me presentó la imagen de esta persona querida y la empecé a envolver con la energía ordenando la sanación de su corazón, de sus arterias, sus venas y que dejara pasar todas las presiones y emociones viscerales que le provocaron el infarto.
Como que hubo un mensaje y una de mis manos empezó a temblar como diciéndome que el trabajo ya estaba hecho. Concedido, concedido, concedido, dije tres veces y tres veces di gracias.
La sanación terminó. El taller terminó y de inmediato, mi adorada Dulcinea y yo nos trasladamos al hospital, donde estaba esta persona muy querida mía con un infarto en el corazón.
Cuando llegamos, lo primero que nos dimos cuenta es que los familiares de esta persona tenían otra cara. Las sonrisas de alegría les estaba dibujando el rostro.
Pedí que nos dieran oportunidad de entrar. Y cuando vimos a esta persona, nos dijeron: ya comió, ya fue al baño solito y ya está platicando como si nada hubiera pasado.
Qué pasó le dije. Pues mira, aquí estoy de nuevo. Pero ya estoy bien.
Una pregunta, le dije: ¿A qué horas comenzaste a sentirte bien?
Como a las dos de la tarde, nos dijo. Y su esposa agregó: a esa hora empezó a moverse, a platicar, a bromear y a las tres de la tarde ya traía mucha hambre.
Si, le dije, mirando a mi esposa, insinuándole la coincidencia en la hora que le mandamos sanación y la hora en que esta persona empezó a sentirse bien.
Sí funcionó la sanación, me dijo.
¿De qué hablan? Nos preguntó esta persona.
Luego te explico, le dije, vamos a dar chanza a las personas que quieren verte. Lo que sí te digo, es que enfermo que caga, come y mea, que el diablo se lo crea.

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