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viernes, 11 de enero de 2019

El inicio como sanante


Recuerdo que cuando inicié el camino del sanante, se me cruzaban miles de ideas por la cabeza. Todas esas cosas se veían apachurradas por dos sentimientos encontrados: la incredulidad que cargaba a cuestas y la necesidad imperiosa de un corazón destrozado por retomar energía y seguir palpitando.
Fue un trance corto pero intenso. El temor principal que enfrentaba fue el de ser tachado de charlatán, oscurantista y una vuelta de espalda a mis breves conocimientos y fe por la ciencia. En especial, la controversia principal provenía de mis ideas, a las que he sido fiel, basadas en los conceptos marxistas.
De mi boca se repetían frases dichas por Marx, como la religión es el opio del pueblo, y las concepciones materialistas de la historia. Y a eso agréguenle las ideas que se construyeron con el conocimiento que fui adquiriendo sobre la conquista de México, donde se utilizó la espada y la cruz para someter a los pueblos originarios; al hecho de que los españoles y conquistadores nos sometieron con severos adoctrinamientos con una mano en la espada y la otra puesta en la biblia.
Sin embargo, la experiencia propia de haber pasado por este proceso y recibir una terapia que me dejó el corazón cual si fuera deportista. Y los resultados que empecé a obtener con las terapias que iba logrando, provocaron que muchos paradigmas que traía como banderas de lucha, se fueran al cesto de la historia personal.
Esto no quiere decir que ahora sea un anti materialista, un antimarxista o un contrarrevolucionario. No. Nada de eso. Lo que sí ocurrió, eso pienso, es que con la experiencia vivida sufrí una transformación, que un doctor de apellido Peredo, le llamó expansión de la conciencia. Fue una revolcadura de experiencias vividas, libros leídos, donde el cambio principal que experimenté fue la forma de pensar sobre lo que representa la salud y la enfermedad.
Implicó comprender el por qué los chinos tienen una tarea milenaria para combatir las enfermedades y ampliar el período de vida de las personas mediante la meditación para controlar las emociones viscerales.
Implicó retomar las técnicas de los curanderos de nuestros pueblos originarios, las terapias del reiki, el uso de cuarzos para equilibrar energías, echarse un chapuzón por las terapias basadas en la herbolaria y en especial de la sobada mexicana, la imposición de manos y, lo más fantástico, el uso de plantas de poder para lograr la sanación de las personas.
Fue un período corto pero intenso en el que asimilé mi papel de sanante. Uno de los puntos que catalizó o aceleró este proceso de comprensión, fue el de ubicar la misión del sanante como una misión social. Una tarea que se realiza con profundo amor y por el más alto bien. Una tarea que implica difundir estas terapias de sanación, con la idea principal de preparar un sanante en cada familia,. Un sanante que cure sin el uso de medicamentos de la industria farmacéutica.

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