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viernes, 11 de enero de 2019

Sanación a distancia

Recuerdo que era una mañana de martes. Ya trabajaba en Radio Universidad en la operación técnica y esperaba la llegada de los profesores de la escuela de economía para iniciar la transmisión de su programa. Economía y Sociedad era su título, pero como es costumbre entre los economistas, el tema que abordarían sería, oh, brujo que adivinas la realidad cuando te das de tope con tus narices con ella, el tema de la crisis económica.

Cada martes a las 9 de la mañana se reúnen algunos maestros, excelentes amigos, a quienes, aprovechando la confianza les puse los profetas de la crisis. Y para tratar de contrarrestar subliminalmente sus severas pero acertadas críticas, me puse a buscar en el banco de música de la radio alguna pieza que no tratara el tema de la crisis. Ni siquiera la crisis emocional que provoca un amor correspondido con un sope en las mejillas.
Y de pasón rozón por mi conciencia, no sé ni cómo fue, pero se me atravesó la idea de buscar a Louis Armstrong, en especial la canción What a wonderful Word. Era un juego que trataba de establecer con cada productor de programas de la radio. Dependiendo del tema a tratar, les buscaba la música adecuada. Pero con los profetas de las crisis llevaba un trato más que amable, de mucha confianza y me atreví a contrapuntearlos subliminalmente con Armstrong y su mundo maravilloso.
Y Justo cuando estaba colocando la pieza me encontré un mensaje en el feis. Era de un amigo que vive en el entonces DF. Un sanador que trabaja terapias con árboles. Se llama Ángel Toxarica. Y en esta ocasión, la invitación fue abierta para todos aquellos que quisieran recibir una sanación a distancia. Y también, fue una provocación para aquellos que andamos experimentando con estos menesteres. Ángel puso en el feis: Inicio sanación a distancia a las 11:11 am. Los que gusten recibirla pongan su nombre y el problema que tienen. Invito –además- a los que quieran apoyar enviando luz sanadora.
Confieso que mi respuesta fue más rápida que los perros de Pavlov, aquellos canes con los que experimentó este científico ruso para demostrar que puede condicionar respuestas a un ser vivo, en este caso unos perros, para que reaccione de forma automática ante un estímulo repetitivo. Pavlov hacía sonar una campana antes de alimentarlos y así los condicionó a relacionar dicho sonido con la acción de comer.
Me imagino que cuando Pavlov tañía su campana, de inmediato, como tragones que son, los perros soltaban el salivero más que ipsofactamente.
Y así respondí al mensaje de Ángel, como si me hubieran sonado una campana para responder de inmediato. Y le puse: Yo, a la orden para ayudar.
Y ahí dejé el comentario. LO que quedaba era esperar a las 11:11 am para iniciar mi colaboración en esta sanación a distancia.
Y me olvidé de eso porque ya tenía enfrente la entrada al programa de los economistas. Y para picar cresta inicié con la canción de Amstrong y dejé correr la primera estrofa:
 I see trees of green, red roses too
I see them bloom for me and you
And I think to myself what a wonderful world
Veo árboles de verde, rosas rojas
Los veo florecer para mí y para ti
Y pienso para mí qué maravilloso mundo.
Luego pasé la música a segundo nivel y le di entrada a los maestros. Y Joel, entonces jefe del departamento de economía, sonrió y dijo para iniciar el programa: Ojalá y que nuestro país entre a este mundo maravilloso del que habla Louis Amstrong.
Yo, contento con la fechoría blanca que había cometido, me dispuse a llevar a la perfección la operación del programa. Me serví un cafecito para darle calor a mi estómago cuando de repente, empecé a sentir algo raro. Como que una energía ajena había entrado a cabina y me estaba tocando la puerta de mi compromiso.
Sin olvidar el trabajo de la radio, empecé a tratar de entender esa extraña sensación. Hasta que identifiqué esa energía. Mire de inmediato el reloj y eran las 9:11 am. Y fue en este momento en que me cayó el 20 de que entre el desierto donde vivo y el DF había una diferencia de dos horas en el huso horario, de tal suerte que en el DF ya eran las 11:11 y esa energía era de Ángel que ya había empezado el trabajo. ¿Qué hago? Pregunté y la respuesta fue tan rápida como la acción que tomé. Me puse en modo avión para atender lo esencial del programa de radio y concentrarme en la sanación a distancia.
Y había una lista larga de personas que habían solicitado el trabajo sanador. Y uno por uno, los fui repasando. Realicé una meditación trascendental para entrar al campo punto cero y empezar a mandar sanación.
De los resultados de este ejercicio de sanación a distancia, Ángel podría dar una mejor respuesta. Pero a mí, esta experiencia, me sirvió para inquietarme en varias cosas: ¿cómo fue que sentí la energía de ángel a una distancia de más de dos mil kilómetros?
Y recordé las enseñanzas de Pedro y Josefina cuando en uno de los talleres explicaron que en un principio llamaron a este proceso de sanación como terapia cuántica, porque una interpretación posible de la física cuántica (o metafísica cuántica) es el saber que se aproxima a la comprensión a los fenómenos de cura inmediata, de cura a distancia.
Estos procesos de sanación –explicaron-  son hechos que se dan fuera del contexto del pensamiento de Descartes y de la física newtoniana.
Sin embargo, la idea de llamarle terapia cuántica se fue modificando porque a final de cuentas la física cuántica es un asunto de matemática pura, por el momento. Entonces, estos fenómenos de sanación inmediata como que se fueron acomodando mejor o, más bien, teniendo un respaldo en su explicación, en la teoría de la energía del campo punto cero que desarrollo Albert Einstein y Stern en 1913. Esta teoría es la que corresponde al estado fundamental de un fenómeno físico mecánico cuántico y equivale a la energía del vacío.
Y curiosamente, esta energía que hay en el vacío cósmico, ha sido la base de la constante cosmológica con la que especulamos cada día.

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