Recuerdo que era una mañana de martes. Ya trabajaba en Radio
Universidad en la operación técnica y esperaba la llegada de los profesores de
la escuela de economía para iniciar la transmisión de su programa. Economía y
Sociedad era su título, pero como es costumbre entre los economistas, el tema
que abordarían sería, oh, brujo que adivinas la realidad cuando te das de tope
con tus narices con ella, el tema de la crisis económica.
Cada martes a las 9 de la mañana se reúnen algunos maestros,
excelentes amigos, a quienes, aprovechando la confianza les puse los profetas
de la crisis. Y para tratar de contrarrestar subliminalmente sus severas pero
acertadas críticas, me puse a buscar en el banco de música de la radio alguna
pieza que no tratara el tema de la crisis. Ni siquiera la crisis emocional que
provoca un amor correspondido con un sope en las mejillas.
Y de pasón rozón por mi conciencia, no sé ni cómo fue, pero
se me atravesó la idea de buscar a Louis Armstrong, en especial la canción What
a wonderful Word. Era un juego que trataba de establecer con cada productor de
programas de la radio. Dependiendo del tema a tratar, les buscaba la música
adecuada. Pero con los profetas de las crisis llevaba un trato más que amable,
de mucha confianza y me atreví a contrapuntearlos subliminalmente con Armstrong
y su mundo maravilloso.
Y Justo cuando estaba colocando la pieza me encontré un
mensaje en el feis. Era de un amigo que vive en el entonces DF. Un sanador que
trabaja terapias con árboles. Se llama Ángel Toxarica. Y en esta ocasión, la
invitación fue abierta para todos aquellos que quisieran recibir una sanación a
distancia. Y también, fue una provocación para aquellos que andamos
experimentando con estos menesteres. Ángel puso en el feis: Inicio sanación a
distancia a las 11:11 am. Los que gusten recibirla pongan su nombre y el
problema que tienen. Invito –además- a los que quieran apoyar enviando luz
sanadora.
Confieso que mi respuesta fue más rápida que los perros de
Pavlov, aquellos canes con los que experimentó este científico ruso para demostrar
que puede condicionar respuestas a un ser vivo, en este caso unos perros, para
que reaccione de forma automática ante un estímulo repetitivo. Pavlov hacía
sonar una campana antes de alimentarlos y así los condicionó a relacionar dicho
sonido con la acción de comer.
Me imagino que cuando Pavlov tañía su campana, de inmediato,
como tragones que son, los perros soltaban el salivero más que ipsofactamente.
Y así respondí al mensaje de Ángel, como si me hubieran
sonado una campana para responder de inmediato. Y le puse: Yo, a la orden para
ayudar.
Y ahí dejé el comentario. LO que quedaba era esperar a las
11:11 am para iniciar mi colaboración en esta sanación a distancia.
Y me olvidé de eso porque ya tenía enfrente la entrada al
programa de los economistas. Y para picar cresta inicié con la canción de
Amstrong y dejé correr la primera estrofa:
I see trees of green, red roses too
I see them bloom for me and you
And I think to myself what a wonderful world
I see them bloom for me and you
And I think to myself what a wonderful world
Veo árboles de verde, rosas rojas
Los veo florecer para mí y para ti
Y pienso para mí qué maravilloso mundo.
Luego pasé la música a segundo nivel y le di entrada a los
maestros. Y Joel, entonces jefe del departamento de economía, sonrió y dijo
para iniciar el programa: Ojalá y que nuestro país entre a este mundo
maravilloso del que habla Louis Amstrong.
Yo, contento con la fechoría blanca que había cometido, me
dispuse a llevar a la perfección la operación del programa. Me serví un
cafecito para darle calor a mi estómago cuando de repente, empecé a sentir algo
raro. Como que una energía ajena había entrado a cabina y me estaba tocando la
puerta de mi compromiso.
Sin olvidar el trabajo de la radio, empecé a tratar de
entender esa extraña sensación. Hasta que identifiqué esa energía. Mire de
inmediato el reloj y eran las 9:11 am. Y fue en este momento en que me cayó el
20 de que entre el desierto donde vivo y el DF había una diferencia de dos
horas en el huso horario, de tal suerte que en el DF ya eran las 11:11 y esa
energía era de Ángel que ya había empezado el trabajo. ¿Qué hago? Pregunté y la
respuesta fue tan rápida como la acción que tomé. Me puse en modo avión para
atender lo esencial del programa de radio y concentrarme en la sanación a
distancia.
Y había una lista larga de personas que habían solicitado el
trabajo sanador. Y uno por uno, los fui repasando. Realicé una meditación
trascendental para entrar al campo punto cero y empezar a mandar sanación.
De los resultados de este ejercicio de sanación a distancia,
Ángel podría dar una mejor respuesta. Pero a mí, esta experiencia, me sirvió
para inquietarme en varias cosas: ¿cómo fue que sentí la energía de ángel a una
distancia de más de dos mil kilómetros?
Y recordé las enseñanzas de Pedro y Josefina cuando en uno
de los talleres explicaron que en un principio llamaron a este proceso de
sanación como terapia cuántica, porque una interpretación posible de la física
cuántica (o metafísica cuántica) es el saber que se aproxima a la comprensión a
los fenómenos de cura inmediata, de cura a distancia.
Estos procesos de sanación –explicaron- son hechos que se dan fuera del contexto del
pensamiento de Descartes y de la física newtoniana.
Sin embargo, la idea de llamarle terapia cuántica se fue
modificando porque a final de cuentas la física cuántica es un asunto de
matemática pura, por el momento. Entonces, estos fenómenos de sanación
inmediata como que se fueron acomodando mejor o, más bien, teniendo un respaldo
en su explicación, en la teoría de la energía del campo punto cero que
desarrollo Albert Einstein y Stern en 1913. Esta teoría es la que corresponde
al estado fundamental de un fenómeno físico mecánico cuántico y equivale a la
energía del vacío.
Y curiosamente, esta energía que hay en el vacío cósmico, ha
sido la base de la constante cosmológica con la que especulamos cada día.
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