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viernes, 8 de agosto de 2008

Borregolandia

José Luis Jara

El primer informe del presidente municipal de Hermosillo, Ernesto Gándara Camou fue, por decir lo menos, lo mismo de siempre. Fue un día destinado para él, para su lucimiento, pero en un contexto, donde este tipo de ritos se encuentran totalmente desfasado.
Aquí, sin embargo, se sigue cumpliendo al píe de la letra con esas pompas. Y se dieron cita en el Expoforum, los que tienen alguna o varias razones para aplaudir las gestiones del alcalde. Sobre todo, los de esa clase política que algunos académicos le han llegado a llamar como esa rancia burguesía local, los hijos y nietos de los cachorros de la revolución, los que han hecho crecer sus empresas a costillas del paternalismo gubernamental, al que tanto les ha dado en criticar en los últimos sexenios, para esconder su incompetencia en el mercado capitalista.
Para la logística que se destinó para el evento, se notó, no hubo acciones a medias tintas. Con varias pantallas, un excelente equipo de sonido que se distribuyó por todo el Expofórum para que el mensaje llegara nítidamente a todos los lugares. Con servicios de multimedia, donde el alcalde trasladó al público a ese municipio donde existe él y su gestión como presidente municipal. Los trasladó a borregolandia en su alocución, es decir a una ciudad donde todo es hermosura., con familias ejemplares, donde la pobreza resulta un mito genial.
Coronado en esta logística, en primer lugar se encontraba un amplio escenario con una mesa larga, a fin de albergar a los 24 miembros del cabildo de Hermosillo, y a su derecha, el podium del alcalde, donde Gándara Camou se pasó más de una hora en un discurso, que a vuelo de pájaro, resaltaron algunas situaciones difíciles de creer.
Pero en algunas, el lucimiento del sombrero ajeno era evidente. En una de sus frases, donde Gándara Camou arrancó un tímido aplauso que se congeló antes de generalizarse, fue sobre el agua.
En concreto, dijo: “porque este año hemos eliminado el problema de salud que generó durante los últimos 8 años, el alto contenido de flúor en el agua de los pozos que abastecían el norte de la ciudad”.
El asunto es que era obvio este resultado con la mezcla de agua de la costa de Hermosillo para diluir este elemento, lo cual se realizó en la administración municipal anterior.
Pero hubo otras aseveraciones que realmente desquician, como es la afirmación de que se ha reducido el 36 por ciento de la incidencia delictiva en Hermosillo en este último año.
En Borregolandia no existen capos, ni ajustes de cuentas, mucho menos existen ex jefes policíacos que siempre estuvieron bajo sospecha en su administración. Tampoco se registró en el discurso de Gándara el terror que existe en los cuerpos del desorden, cuando se deja venir una serie de ajustes contra aquellos agentes que se han visto involucrados en la protección de narcos. Muchos menos se expresa en ese universo esa renuncia masiva que llegó amenazar al principal cuerpo represivo del municipio.
Tampoco se registraron casos como el de los policías que fueron asesinados en el fraccionamiento Pueblitos, donde las autoridades mintieron para echar la culpa a los propios agentes de su muerte. No usaron el chaleco, acusaron los jefes, cuando en realidad, los padres de uno de esos agentes afirman que no le dieron ese equipo. Y aún así, los mandaron a la muerte a sabiendas de que les faltaba 20 minutos para salir del turno y que el caso a atender era el de una persona que estaba realizando un escándalo con un arma de fuego.
Pero eso sí, el discurso estuvo pletórico de frases celebres, frases huecas, con la profundidad de una cuchara de café, donde melosamente se hacia elocuente la supuesta heroicidad del gobernador ausente: el ingeniero Eduardo Bours quien se quebró 4 costillas al caerse de un caballo, pero que aún así tuvo los suficientes bachocos para estar presente en uno de los festejos más populares de México, el día de la independencia.
Ya aquí, esa escena del gobernador, fue la cereza del pastel con la que celebró este septiembre patrio esa rancia burguesía local: Tener de gobernador a un Robinson Bours, que tiene las agallas de un Isabal o de un Obregón, aquellos que para demostrar su hombría y racismo decían que más vale un yaqui muerto que una bala perdida.

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