San Ignacio Río Muerto: surge la organización independiente de los campesinos
Muchas gracias señor presidente –le respondió el dirigente de los campesinos. Si el asunto es político, usted va a tener noticias de nosotros muy pronto.
José Luis Jara
Cuando el entonces gobernador Carlos Armando Biebrich salió de la reunión que tuvieron los solicitantes de tierra de San Ignacio Río Muerto con Luis Echeverría Álvarez, presidente de la república en 1975, les dijo el mandatario en un tono irónico: “ahí está la versión oficial del estado”.
El coraje de los campesinos del comité de este municipio sonorense, no se podía aguantar. Aguantaron las siguientes palabras del entonces presidente de México. Les dijo: “entonces no hay nada más que platicar. De mi parte, voy a buscar las ventanas para arreglar este asunto político.
Esas palabras, “asunto político”, fue el motivo del profesor Heriberto García Leyva para preguntarle a Echeverría:
-¿Es político el asunto?
-Pues un tanto técnico porque hay que cuidar la relación política para que no se perjudiquen ustedes –le respondió el presidente.
-Muchas gracias señor presidente –le respondió el dirigente de los campesinos. Si el asunto es político, usted va a tener noticias de nosotros muy pronto.
El profesor Heriberto García Leyva relata estos hechos que ocurrieron a principios de 1975, en una reunión que sostuvieron los solicitantes de tierra de san Ignacio Río Muerto con el presidente Luis Echeverría en Los Pinos.
Él junto y Juan Leyva encabezaron esa reunión por parte de los solicitantes de tierra. Se tuvieron que
trasladar en tren para llegar a este evento, que fue interpretado por los campesinos como una señal para orientar el movimiento de solicitantes de tierra en aquel año.
En la entrevista, el profesor recordó que esa reunión fue clave, porque entendieron el interés político del presidente de la república en esa transición: golpear al gobernador sonorense y a los grupos empresariales de Monterrey, entre otros, en la transición presidencial que dominaba a sus anchas el mandatario de la nación.
El dirigente de ese movimiento, entrevistado a casi 34 años de la masacre, recordó varias veces las palabras que le dijo a Echeverría: “Si es político, muy pronto va a tener noticias nuestras”.
-¿Quiénes encabezaban el movimiento?
-Éramos una cantidad de vecinos de San Ignacio. De los directivos estuvo en la reunión Juan de Dios Terán Enríquez, que cayó en la masacre, y su servidor.
-Volvamos al principio, porque para llegar con el presidente de México, se organizaron y semanifestaron antes…
-Sí, hubo un momento que teníamos que llegar a cierto límite de gestoría y de resistencia, de soportar y organizarse a contra corriente. Fue de 1970 a 1975.
Abundó en la historia del movimiento:
La organización que se gestó en san Ignacio no era de las que protestaban de momento. Seguimos una lucha pacífica por años. Nuestros abuelos fueron solicitantes de tierra y muchos de ellos murieron peleando, de tal manera cuando a nosotros nos tocó no nos tembló la mano.
Esa reunión con Luis Echeverría fue en noviembre de 1974. El presidente nos recibió en Los Pinos y empezamos a tener el diálogo. Teníamos esperanzas de que el presidente resolviera el problema, porque estaba en sus manos firmar el decreto para dotarlos de tierra.
-¿Cuál era el impedimento del presidente?
-El impedimento lo representaban grupos económicos sonorenses muy fuertes, que estaban relacionados con grupos de Monterrey, de Guadalajara, como hasta la fecha lo siguen estando.
-¿Quiénes estaban al frente de los grupos sonorenses?
-El líder de entonces de los agricultores, que tenía miles de hectáreas, con sistemas de riego, con cantidades enormes de maquinarias, todo ello distribuido entre sus familiares, para simular el latifundio, era Jaime Vargas Martínez, papá del que fuera secretario de Hacienda de José EduardoRobinson Bours y también candidato perdedor a la alcaldía de Cajeme en las elecciones pasadas, Ernesto Vargas Gaytán.
Eran los dueños de los bancos del estado. Estaba el papá del ex gobernador, don Javier Robinson Bours y el dirigente de la pequeña propiedad en Cajeme, Adalberto Rosas López.
Ellos lanzaban constantes amenazas a los trabajadores del campo. Y las cumplían como patrones.
Por eso, los solicitantes de tierra estábamos organizados en los municipios de Bácum, cerca de Cajeme, en Guaymas…
-¿En todo el sur del estado?
-La verdad que no había muchas organizaciones por fuera de la CNC y la CCI, las centrales oficiales. Como organizaciones independientes estábamos nosotros en San Ignacio Río Muerto y algunas organizaciones disidentes de las organizaciones oficiales del campo 30, el Tobarito y otros pueblos.
A esta altura de la entrevista, el profesor García Leyva volvió a otra escena de la reunión que sostuvieron con Echeverría en agosto de 1974 y de la ley agraria que salió entonces donde señalaba que ningún propietario de tierras podrá tener más de cien hectáreas
Nosotros –dijo- le preguntamos a Echeverría si la ley agraria no podía ser aplicada en Sonora porque puede ser detenida por grupos económicos y políticos, a pesar de que están comprobados los latifundios encubiertos.
Recordó que en la reunión le dijeron a Echeverría que la situación estaba difícil, que la cosa se podía poner difícil y que no podrían controlar a la gente, ni detener el apoyo que le pudieran dar a los grupos guerrilleros que estaban incursionando en la entidad.
Entonces –recordó el profesor-, el presidente dijo que eso era otro asunto y pasó a otro punto. Y para ello, dijo que afuera de la sala se encontraba el gobernador Carlos Armando Biebrich Torres.
Lo hizo pasar y el presidente le preguntó al gobernador delante de nosotros que si qué pensaba del problema de los solicitantes de tierra.
La respuesta que dio Biebrich fue en el sentido de que la solución era muy sencilla, siempre y cuando se cuidaran las relaciones del Estado con los grupos de agricultores e industriales de Sonora.
El profesor recordó que en esos momentos, ellos no dijeron nada.
"Nos dio coraje", comentó.
Echeverría despidió a Biebrich y se quedó con los campesinos de San Ignacio Río Muerto. Les dijo que “el asunto era político”.
Los campesinos se regresaron. Antes Heriberto dijo a Echeverría “muy pronto va a saber de nosotros” y empezaron a orquestar el movimiento de los campesinos del sur de Sonora para 1975.
Ahora, sentado, con 57 años a cuestas, recordó que la política que siguieron en el movimiento campesino fue irse por la lógica de que si era político el asunto, pues habría que presionar políticamente; si el grupo de terratenientes estaba presionando, pues los campesinos tenían que presionar.
A los dirigentes del movimiento les llegó información de la división política que se estaba gestando en el ámbito nacional, en vistas de la sucesión presidencial.
Y al decir del profesor rural, ellos le entraron a la lucha política pero sin abandonar sus demandas.
Se reunieron con los grupos opositores del gobernador sonorense. Platicamos con Augusto Gómez Villanueva –reveló el profesor-, pero también con los grupos de Lucio Cabañas, con gente de Genaro Vázquez, con representantes de izquierda más moderados como Heberto Castillo.
-¿Y a esa reunión con Echeverría, en noviembre del 74, qué siguió?
-La respuesta que nos dio Echeverría ya la conocíamos algunos dirigentes, pero queríamos que la gente se diera cuenta, que viera que el problema era político.
-¿Qué siguió?
-De noviembre del 74 a octubre del 75 nos dedicamos a organizar a los solicitantes de tierra.
Supimos de la inmensidad del problema, conocimos, sabíamos de las reacciones que podíamos ocasionar. Nos dimos a la tarea de organizar los expedientes e investigar la existencia de latifundios simulados.
La estrategia que seguimos fue la de organizar la toma de tierras, en aquellos predios donde se tenía la seguridad de que eran parte de latifundios simulados. Era el caso del predio El Chaparral que estaba a nombre de una niña de 9 años de edad, hija de Eric Martín Dengel, y el campo San Isidro, de la señora Rosalía Toledo Viuda de Parada, en San Ignacio Río Muerto.
El 20 de octubre de 1975, alrededor de 400 personas decidieron tomar estos predios, encabezados por Juan de Dios Terán y el profesor Heriberto García Leyva.